martes, 20 de abril de 2010

"Muchedad"

El otro día cogí el autobús. Bien prontito, o al menos, lo era para mí y pasé por delante del que era mi colegio. Allí, un grupo de niños, esperaban entusiasmados la llegada del bus mientras las profesoras los iban contando con tal de que estuviesen todos. Era divertido verlos. Cada uno a su bola, con sus almuerzos en la mano. Algunos hablando con sus amigos y otros mirando los árboles o pensando en la mona de pascua.
Al verlos, recordé lo felices que somos cuando somos unos niños. Una felicidad, unida a la ignorancia, que no vuelve a repetirse. Quizás, cuando nos llegue la jubilación, pero aún así, ya tendríamos otros problemas en los que pensar. Y de momento para eso queda mucho mucho tiempo. Para bien o para mal...Todavía tenemos (o tengo) la infancia más cerca.
Como aquellos niños que fuimos, recuerdo la emoción de esperar el autobús para ir de excursión. Recuerdo mirar ansiosamente hacia la carretera, para ver si llegaba, mientras decidía con mis amigas cómo nos íbamos a sentar aquel día; si me iba a tocar con Clara, con quien casi siempre quería sentarme; con Carlota, que siempre era la encargada de poner paz o con Luisa. que también quería tener a Clara como pareja.
Recuerdo haber esperado con impaciencia el día de la excursión; no me importaba donde íbamos a ir, pero debo reconocer que sí me gustaba que el trayecto fuese largo, puesto que eso implicaba estar más tiempo fuera del colegio y era algo que realmente me entusiasmaba. Huir de los libros, del peso de la mochila, de las odiosas clases de matemáticas (por algo soy de letras) y de no tener deberes aquella tarde, era algo maravilloso.
Es curioso, que mientras somos pequeños e ignorantes, somos las personas más felices de la Tierra. Nuestra preocupación era con quién nos íbamos a sentar en el autobús, de qué era nuestro almuerzo, (y marujear lo que llevaban nuestros compañeros, para ver si era mejor o peor que el nuestro) y de si nuestras madres (o hermanos mayores) vendrían a recogernos a la hora que tocaba y no más tarde...y lo demás, nos importaba bien poco. Es una pena crecer; Porque al crecer, nos llenamos la vida de preocupaciones y de problemas, de estrés y de soledad, de otro tipo de alegrías, pero perdemos la ignorancia (que por algo se ha dicho siempre que era bendita) y la inocencia, así como la ilusión por cosas tan simples como una excursión.
Creo que nadie debería dejar de ser niño. Deberíamos guardarnos un poquito del llamado síndrome de Peter Pan, pero ojo, un poquito, que hay quienes se pasan y luego no saben como volver.
Quizás tenía razón el sombrerero loco... no hay que perder la "muchedad". Hay que dejarla crecer, para no perder la ilusión por las cosas pequeñas.

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