
Lejos del mundanal ruido y ajena a las separaciones reales y frases coleantes del fin de semana, me hallo metida en mi propio interior buscando una luz que me guíe a través del largo y oscuro camino que me ha de llevar a otro lugar, pero que todavía no sé cual.
Busco la luz desde hace unos días, aunque no era consciente de ello, pues hasta ayer no tuve la certeza de qué era lo que me estaba ocurriendo.
Y así, de repente, me veo inmersa dentro de mi propia oscuridad, esa que como en el anuncio, se cierne sin piedad sobre mí y me traslada al mundo de las sombras y de las tinieblas, al lado oscuro de cada uno, donde de nada nos sirve el hecho de que la fuerza nos acompañe, pues siento que de fuerzas carezco.
Hoy intento buscar la luz, o al menos, un amago de ella, un suspiro, un guía del camino que me separe de la oscuridad de lugares como Mordor, que me arrastran sin piedad hacia lo misterioso y peligroso, donde se pierde el sentido de la razón y donde los límites de la verdad chocan con la realidad.
A pesar de todo ello, intento buscar algo que no encuentro, algo que tal vez he perdido, o algo que ni siquiera nunca he tenido. Rodeada de almas sin alma, de presiones continuas que me sepultan como una gran losa, mientras mi vida se encamina al mundo de las sombras.
Pero no desespero y espero, encontrar esa luz que busco, esa pequeña muestra de apoyo y de cariño, ese grito ahogado que llevo dentro, en mi oscuro silencio y en mi fuero interno, que no hace sino revolverse, y dejarme en un estado inquietante, en el que nada veo.
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