En la Avenida Peris y Valero, de Valencia, un gatito blanco a manchas negras, intentaba cruzar en la noche de ayer algo antes de las once de la noche.
Con sumo sigilo y cuidado, caminaba agazapado, mirando a uno y otro lado, hacia otra Avenida, la de General Urrutia.
A mitad camino, no pudo cruzar y espero a que pasaran los coches (en dirección al río) para cruzar el resto de carriles que todavía le quedaban. Mirando hacia ese mismo lado,esperando para poder cruzar, no vio que se le echaba encima un conductor demasiado acelerado, con demasiado exceso de velocidad (en ciudad el límite son 50 km/h) y que no tuvo además,ninguna intención de frenar.El pobre animal se llevó por delante al pobre gato que intentaba cruzar la calle.
Ni frenó,ni se paró ni hizo ningún amago de ello. Simplemente siguió su camino, a la misma velocidad a la que iba pero eso sí, provocando un encogimiento del corazón de todos aquellos que nos encontrábamos por la calle en aquel momento y habíamos visto lo que acaba de pasar.
El gato,salió despedido por los aires y rebotó en el propio coche, debido a la velocidad que llevaba el prudente conductor y el ruido que se pudo escuchar,un estruendo que jamás pensé pudiera provocar animal tan pequeño.
Quizás, si no hubieras llevado la velocidad que llevabas, el gato se habría salvado de un atropello seguro, porque el gato aún tuvo la decencia de mirar a cada lado de la calle para evitarlo, pero tú, no bajaste la velocidad. Te habrás quedado a gusto.
Con sumo sigilo y cuidado, caminaba agazapado, mirando a uno y otro lado, hacia otra Avenida, la de General Urrutia.
A mitad camino, no pudo cruzar y espero a que pasaran los coches (en dirección al río) para cruzar el resto de carriles que todavía le quedaban. Mirando hacia ese mismo lado,esperando para poder cruzar, no vio que se le echaba encima un conductor demasiado acelerado, con demasiado exceso de velocidad (en ciudad el límite son 50 km/h) y que no tuvo además,ninguna intención de frenar.El pobre animal se llevó por delante al pobre gato que intentaba cruzar la calle.
Ni frenó,ni se paró ni hizo ningún amago de ello. Simplemente siguió su camino, a la misma velocidad a la que iba pero eso sí, provocando un encogimiento del corazón de todos aquellos que nos encontrábamos por la calle en aquel momento y habíamos visto lo que acaba de pasar.
El gato,salió despedido por los aires y rebotó en el propio coche, debido a la velocidad que llevaba el prudente conductor y el ruido que se pudo escuchar,un estruendo que jamás pensé pudiera provocar animal tan pequeño.
Quizás, si no hubieras llevado la velocidad que llevabas, el gato se habría salvado de un atropello seguro, porque el gato aún tuvo la decencia de mirar a cada lado de la calle para evitarlo, pero tú, no bajaste la velocidad. Te habrás quedado a gusto.
3 comentarios:
Espero que no haya muerto el gatito!, me sabría horriblemente mal. Tendríamos que ser más conscientes del sufrimiento animal y pensar un poco más en consecuencias, ir con menos prisas y respetar, ante todo el respeto, palabra ya en desuso. Un saludo
Hola Lauriñagorn, reina de Gondor,
Imagino que sí moriría el pobre gato... y con el pedazo de golpe que sonó, creo que es lo mejor que le podría haber pasado porque si no iba a sufrir mucho.
Pues eso, Lauri, que veas que somos más de uno tus lectores fieles...
Rumbling, la enana
Pobre animal.
El gato no, el otro...
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